Donde cada ladrillo guarda un sueño

Ana y Mauricio soñaban con dejar atrás el ruido del arriendo, los aumentos cada año y la incertidumbre de no tener un lugar propio. Durante años, imaginaron cómo sería ver a su hija crecer en una casa con patio, árboles y espacio para correr. Cada domingo, al pasar frente a las obras de Constructora Nacional, se detenían unos segundos. Ana lo decía siempre: “Un día, esta será nuestra historia”.
La decisión llegó con valentía, ahorro y una cuota de fe. Al inicio, todo eran planos y renders. Luego vinieron las visitas de obra, el olor a cemento fresco, los muros que empezaban a levantarse… y con ellos, la ilusión.
El día que recibieron las llaves, Mauricio no habló. Solo las sostuvo fuerte en su mano y caminó hasta la cocina. Tocó la pared, miró a su hija, y sonrió. “Aquí empieza todo”, dijo.
Hoy, su sala es testigo de risas, cumpleaños, cenas y conversaciones a media noche. En el jardín ya crece un limonero que plantaron juntos. Y la casa, más que paredes, tiene alma… su historia, su hogar.